viernes, 23 de marzo de 2007

MOSTRAR TODAS LAS VENTANAS ABIERTAS


En el silencio de la noche sólo se oían aves lejanas y ese era el motivo del temor de David.
Sus padres nunca le inculcaron miedo, más bien al contrario le habian propuesto alternativas al miedo absurdo que se siente en ciertas ocasiones. Éstas consistían en hablar durante el tiempo suficiente como para no tener tiempo de pensar...

Pero éste no era el caso. Estaba más solo que la una, con frío, hambre y como no, con mucho miedo.
Cada crujido del caserón antiguo, cada ráfaga de aire colándose por las rendijas de las ventanas del piso superior, eran interpretadas por David como señales amenazantes contra su persona, contra su integridad, contra su vida misma.

El otoño ya se iba para dar paso al crudo invierno. Tardes muy cortas, noches inacabables.

Hay historias dificiles de contar y ésta no es una excepción. A ver por dónde empezamos...

Un pueblo de Málaga, no importa donde ni el nombre. Una familia bien acomodada, poseedora de grandes extensiones de terreno cultivado con frutales y alguna que otra fanega de olivar, todo ello a la sazón impregnado de caziquismo. Un señorito de los de "los santos inocentes", que yo creía extintos. Bueno, pues todavía los hay. Vive Dios que los hay...

En la tarde del 13 de mayo de 1989 se dirigía David hacia los latifundios en los que trabajaba como mozo en las tareas del campo, compartiendo dicho empleo con las tareas del hogar. El día se había dado tan sólo regular : broncas del patrón( señorito), cúmulo de despropósitos y demas vicisitudes lo habían dejado exhausto hasta el extremo de no tener ganas casi de seguir trabajando esa tarde. Y cómo fue que una brisa primaveral acarició su cara y su sentir, como manos de mujer amada, para viajar en su mente hacia tiempos mejores, en prados verdes con la tibia mezcla de sol y aire perfumado de nogales y manzanilla.
Se detuvo en medio del carril que dirigia hacia la finca. Vaya frenazó que dio, menos mal que no habia nadie detrás...

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