jueves, 3 de mayo de 2018
Comunicación asincrónica o el azote nihilista.
Un aparato que emite destellos de luz y sonidos cacofónicos es el causante de la aparente cordialidad con que nos comunicamos. Es la comunicación filtrada, libre de residuos, fría y virtual.
Toda vez que hemos descubierto la falacia de estar conectados tomamos conciencia de que no se puede compartir cada segundo de nuestra interesante vida.
Se abren nuevas posibilidades y se reconfiguran nuestras conexiones neuronales , como cuando aprendemos una nueva tarea repetitiva. Los neurocientíficos lo corroboran y no pueden vaticinar hasta donde llegarán estas nuevas sinapsis.
Sin embargo, esta pretendida plasticidad que conforma la estructura de nuestro cerebro no puede tener lugar ni forma si estamos pegados a una pantalla de 5 pulgadas el 30 por ciento de nuestro tiempo de vigilia.
Se hace vital y necesario salir a tomar el sol, la lluvia, los amigos, la bici o el paddel.
Se hace imprescindible sortear todas las tentaciones de sucumbir a la redes sociales.
Se hace inexcusable hablar con los hijos, padres y demás animales de compañía.
En la comida, en la cena, en los bares, al frescor de una cerveza¡¡¡
A caballo entre Ortega ( con su” homo technicus”) y Rockberto ( homo Tabletonensis" ) está la justa medida para comernos “el pescaito frito con pan”¡¡¡¡¡¡
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